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colaboraciones litararias Mayo 2018 III LaVOZdeLasAulas
Días de playa Dori Bernabeu Falcó
acía poco tiempo que se co-
nocían, pero desde el primer
Hmomento habían conectado,
tanto en gustos, como en la forma de
pensar; su relación poco a poco se
iba consolidando y decidieron dar un
paso adelante; pasar unos días juntos;
unas vacaciones en algún lugar tran-
quilo y que una convivencia más in-
tensa, decidiera, si estaban destinados
a entenderse, y convertir su amistad
en algo más sólido y profundo, o por
el contrario dejar las cosas en el pun-
to donde se encontraban, disfrutando
mutuamente de su compañía, sin más
pretensiones.
Barajaron varias posibilidades y al final
se decidieron por un pequeño pueblo
de la costa levantina, no demasiado
lejos, por si la cosa no funcionaba y ha-
bía que dar marcha atrás. Y un caluro- colorista y marinera al ambiente. En el Por las tardes, desde la terraza, con-
so día del mes de agosto, emprendie- centro de la pequeña dársena, los bar- templaban el ir y venir de los barcos,
ron viaje rumbo a su destino, aunque cos de paseo, con vistas submarinas y de la gente, y sobre todo disfrutaban
no a lo desconocido, pues ya habían toda clase de atracciones turísticas. del maravilloso espectáculo que se
estado allí en otras ocasiones, pero abría ante sus ojos, aquel mar, que a
por separado y ambos guardaban muy Delimitando la entrada al puerto una la caída del sol mostraba algo más de
buenos recuerdos del lugar. pequeña plaza, y a ambos lados de movimiento, con un tono azul más os-
la misma, restaurantes, chiringuitos, curo más intenso pero igualmente fas-
Habían alquilado un pequeño apar- puestos de recuerdos y objetos con- cinante y rompiendo la uniformidad de
tamento en un enclave, francamen- feccionados con conchas de caraco- las aguas, resaltaban en la lejanía pe-
te privilegiado. Situado en el centro las. Y al fondo el mar, inmenso, de un queñas olas de espuma blanca, Resul-
mismo de la zona del puerto, con azul increíble con cambios de intensi- taba algo inquietante, por lo descono-
una terraza de amplias dimensiones dad según la hora del día y la profundi- cido, imaginar la vida que se ocultaba
que permitía contemplar desde ho- dad de las aguas; surcado por peque- bajo aquella inmensidad.
ras muy tempranas hasta horas muy ños balandros y grandes y suntuosos
tardías, el ambiente tanto pesquero yates…y para que la dicha no fuese Al atardecer, paseos por los acantila-
como turístico, propios no solo de un completa, algunos descerebrados co- dos, y en algunas ocasiones, se acer-
lugar de veraneo, si no de gentes que rriendo desenfrenados, a grandes ve- caban al pequeño pueblo de calles es-
viven del mar. locidades con esas estridentes motos, trechas y empinadas, con profusión de
que deben ser el terror de los peces, restaurantes de comidas de distintas
A la izquierda de aquella privilegiada rompiendo la serenidad del ambiente. nacionalidades, donde reponer fuerzas.
atalaya, el peñón, una roca de grandes
dimensiones muy frecuentada por es- Eran madrugadores y cuando acudían Los días fueron pasando con rapidez.
caladores y alpinistas en toda época a la playa estaban prácticamente so- Los dos sentían que la prueba había
del año; a sus pies el Club Náutico, con los. Las mañanas eran tranquilas; ba- sido superada y se plantearon algo
todos sus amarres ocupados y del que ños de sol y de agua salada, paseos más sólido, de más compromiso… aun-
cada mañana salían pequeñas lanchas por la orilla del mar, donde las olas que la libertad de que disfrutaban en
y grandes yates a disfrutar de una ma- rompían suavemente sin apenas to- esos momentos de sus vidas, frena-
ñana de calma, surcando las tranquilas car la arena. El primer baño con la ba un poco sus impulsos. Decidieron
aguas. A la derecha, la zona pesquera sensación un tanto inquietante, de dar tiempo al tiempo. No sabían que
con aproximadamente veinte barcas encontrarse en medio de aquella in- les depararía el futuro, pero aquella
de pesca, que partían todas las ma- mensidad azul, contrastando con la sensación de tenerlo todo, sin ape-
drugadas, regresando a media tarde, ingravidez y ligereza que producía el nas tener nada, experimentada, en
con sus cubiertas y bodegas repletas sumergirse en aquellas aguas limpias ese pequeño rincón del mundo, había
de las capturas del día y escoltadas y transparentes, donde pequeños pe- enriquecido sus vidas y siempre recor-
por un gran número de alborotadoras ces, nadaban con rapidez huyendo del darían con cariño y nostalgia “aquellos
gaviotas; imprimiendo una nota muy peligro de los intrusos bañistas. días de playa”.
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