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colaboraciones litararias
       LaVOZdeLasAulas III Mayo 2018



        La Tona                                                                   Palmira Tévar Poveda





                iren en la casa La Tona”, nos
                dijeron los vecinos. Allí, en
      “Msu puerta encontraríamos
       por fin a nuestro perro perdido. Estaba
       tumbado delante de ella, como si ya
       conociese el lugar. Esa casa estaba en
       venta. Solo entramos a verla por cor-
       dialidad, pero, al salir, todos sabíamos
       que la casa pronto iba a ser nuestra.

       Compramos la casa con cierta holgu-
       ra. Aunque ahora sé que no fuimos no-
       sotros los que la elegimos, fue la casa
       la que nos eligió a nosotros.


       La Tona era una viejo caserío. Estaba al   desgana porque conocía sus ocurren-  Salí de la casa para asearme. El mon-
       pie del monte y desde allí se divisaba   cias.  Al salir, tropecé con una espa-  te ya estaba en calma, con su relente
       el hermoso valle plantado de viñedos.   da de juguete del niño. La cogí y salí   otoñal  y  perfume  a  romero  y  a  tierra
       Al entrar, a ambos lados de la puerta,   moviéndola en lo alto con su ruido de   mojada. Fui a retirar los cristales rotos
       estaban  los dormitorios. Dejaron dos   carraca y sus destellos amarillos. Él, ni   del ribazo, pero me quedé paraliza-
       camas de madera torneada. Insistieron   me miró. En el ribazo se veía  una luz    da al encontrar entre ellos la cruz de
       en decirnos que allí no había muerto   misteriosa.  Yo, que más que  valiente   madera de la que quería deshacerme.
       nadie; algo que ni pregunte, ni quería   soy imprudente,  quise asustarlo más   Cogí una azada, cavé un hoyo  profun-
       saber. Al fondo de la planta baja esta-  y le recordé que era Hallowen o la No-  do y la enterré.
       ba la despensa llena de orzas y lebri-  che de Todos los Santos. Aquello lo al-
       llos que habilitamos como cocina. En   teró todavía más, y se metió en la casa.  Entré en mi cuarto, donde los niños
       el centro, estaba el comedor grande   Me quedé fuera esperándole, con ac-  jugaban con Manuel en nuestra cama.
       con una fea chimenea, una mesa re-  titud socarrona. Pronto salió con un ha-  Entre cosquillas  y risas, de pronto,
       pintada y alguna silla sin pareja. La es-  cha en una mano y un cuchillo sujeto   caímos al suelo encima del colchón.
       calera, que a mí me parecía preciosa,   por la cinturilla del pantalón. Solo le   Reímos de nuevo y nos levantamos a
       conducía a la parte superior, en donde,   faltaban unas rallas negras en la cara   desayunar.
       al fondo, había dos habitaciones, pero   para poder interpretar una película de
       antes se pasaba por una cámara gran-  Rambo a lo Pajares.                Nunca  le conté a    Manuel  lo de la
       de llena de chismes, muchos cestos y                                     cruz. A veces, en casa, ocurren cosas
       varios arcones que contenían sabanas   Nos acercamos lentamente sin dejar de   extrañas. Sé que La Tona es una mu-
       bordadas con las letras AV  de “ Antonia   mirar a la luz. Empezamos a escuchar   jer de las de antes. Sé que es de de-
       Verdú la Tona”, también había ropa de   estraños sonidos, como de lamentos.   rechas, pues un cuadro del Ché Gue-
       bebé  y  muchas  prendas  antiguas  de   Parecía una gata en celo o un cachorri-  vara cayó varias veces hasta que se
       mujer, como enaguas, toquillas, pei-  llo perdido. Llegando a la luz, de pronto,   rompió  y, sin embargo, aparecía al-
       nadores, o velos. También había revis-  salieron volando unos pajarracos negros   guna foto del Generalísimo en algún
       tas, libros escolares, un misal en latín y   que nos dieron un susto de muerte. Gri-  cajón. Le consentí lo del Ché, pero
       muchas estampas de santos. Allí tam-  tamos y me abracé a su cuello. Y reímos   en absoluto lo de Franco. Sé que le
       bién  encontré una cruz de madera, de   aliviados al comprobar que el destello   gustan las coplas  y los boleros, sube
       la que alguien  me dijo que podía  pro-  se producía por unos cristales rotos que   el  volumen cuando los pongo  y lo
       venir de un ataúd y que, cuando quise   reflejaba la luz de la luna.     baja con Sabina y con Extremoduro.
       tirarla, no la pude encontrar. Ese lugar                                 Lo mismo con las películas  violen-
       en concreto  me gustaba mucho.      Volvíamos  a  la  casa  más  tranquilos,   tas o con sexo, ya que la imagen se
                                           pero ni él ni yo debimos dormir bien esa   llena de interferencias hasta que las
       Llegaron los primeros fríos  otoñales.   noche, porque se movía mucho y ape-  tenemos que quitar. Algunos domin-
       Con aquella luna llena se veía todo el   nas roncaba y yo allí dando fe. Tuve una   gos, la complazco al ponerle la misa
       valle con bastante claridad. El  viento   pesadilla. Un hombre que, al principio,   cuando riego el jardín.
       del norte soplaba y la noche era des-  era  Jack Nicholson  y después era mi
       apacible. Los niños dormían y yo leía   marido, corría tras de mí con el hacha   Al decorar la casa, siempre pienso en
       en la cama. Manuel, mi marido se ha-  en la mano. Llevaba colgado de cada   si a ella le gustará. Siento que allí todo
       bía quedado  viendo una película de   hombro a uno de nuestros hijos que le   es de las dos. No sé si es una casa, un
       televisión  y antes de acostarse, salió   decían: “¡Dale¡ Dale¡ Que es muy pe-  espíritu o mi imaginación, pero percibo
       a la puerta. Vio algo que no entendía   sada¡ Corría y corría y el pasillo  nunca   que la Tona es buena, nos quiere y nos
       y alarmado me llamó. Me levanté con   acababa, hasta que pude despertarme.   protege, aunque nadie la note, salvo yo.

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