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colaboraciones litararias
LaVOZdeLasAulas III Mayo 2018
Eran las seis Pilar Sedano
ran las seis. Las seis de la tarde. Se encontraba en el sofá que desde el Inspiró, rápidamente llegó el aroma de
El sol entraba por los ventanales principio la había prometido refugio en lavanda, abrazándola por la espalda,
Ejugando a crear sombras y luces su centro cálido y mullido. Alrededor lanzado por el ambientador escondido
entre las cortinas y el suelo. un estético caos de papeles y libros en entre los pobladores de la estantería,
una coreografía desganada. Frente a más libros, fotos y el pequeño baúl de
Un rectángulo de luz iluminaba el cuadro ella la mesa baja, más papeles y letras secretos y recuerdos.
colgado a la izquierda dando vida a la poblando el paisaje acompañados por
enorme ola azul del grabado. Las flores la taza y la bolsita náufraga del último A su mente acudieron paisajes sere-
redondas, secas del jarrón se volvían oro, té bebido. Los trinos gorjeaban imperti- nos, azules, inexistentes detrás de las
teñidas por la iluminación primaveral. nentes queriéndose imponer a Brahms. ventanas iluminadas.
Él secreto de Amanda Cecilia Marhuenda
abía amanecido otro día gris, y
tan igual a los anteriores. Pare-
Hcía que la escurridiza primavera
no terminaba de llegar. Amanda se le-
vantó sin esperar al tortuoso sonido del
despertador. A sus casi cuarenta años,
la sensación que le hervía por dentro,
parecía demostrar que su vida poco
iba a cambiar. Miró por la ventana, el
silencio acompañada de la oscuridad
le provocó un escalofrió. Ya en el baño
observó su rostro algo descuidado; al-
gunas arruguitas empezaban asomar;
era hora de comprar cremas para pie-
les maduras. ¡Qué fastidio! pensó.
Su pelo seguía tan indomable como
siempre y el rojo zanahoria de antes
se había trasformado en un rojo ceniza
apagado. Lo que no había cambiado
eran sus ojos azules soñadores, tan
iguales a los de su padre. De él tam- Fue una noche de finales de verano. bebidas y donde la gentes formaban
bién heredó la mancha de nacimiento Las fiestas del pueblo, de donde eran sus corrillos.
de forma redonda situada justo enci- sus padres , en el interior de Ávila. Las
ma de la cadera derecha. Hacía unos estrellas bailaban al compás de una Allí en el fondo debajo de unas de las
días que la mancha se había oscure- hermosa luna llena. Las gentes pa- descaradas ramas del llorón, estaban
cido, incluso le molestaba, parecía te- seaban por la plaza del Ayuntamien- ellos, sus padres, acompañados de su
ner vida propia. Esto siempre ocurría al to, decorada exageradamente con abuela, a la que ella le debía su nombre
acercarse la fecha del fallecimiento de una infinidad de farolillos de colores. y también el olor a jazmín que adoraba.
sus padres. Tan lejano en el tiempo, y Las bombillas escasamente alum-
tan presente es sus recuerdos.
braban y la mayoría parpadeaban De pronto, un quejido salió de su boca.
por lo viejas que eran. En medio de la Fue un instante. Ella levemente rozo su
Las lágrimas hacían amago de apa- plaza sobresalía una enorme fuente mancha, y el recuerdo de esa noche se
recer, pero ella no les dio permiso y de piedra, engalanada con adornos desvaneció. Como le pasaba siempre,
sentándose en el frio suelo del baño de latón, todos ellos verdecidos por intuyó que iban a llamar del pueblo.
intento recordar la última noche que la humedad. A los lados, se encon- Hacía años que vivía en Madrid y sabía
pasó con ellos. Hacía casi veinte años, traban dos grandes árboles llorones, que el momento había llegado. Tenía
y aunque sus rostros estaban difumi- que se atrevían a rozar algún hombro que enfrentarse a ello. Cuatro, tres. dos
nados, recordaba cada detalle, sus descubierto, o alguna cabeza des- repasó su mente. Oyó al fondo el telé-
gestos, olores y sensaciones que le pistada. Cerca de la entrada estaba fono sonar. Noticias de su abuela. Uno
pellizcaban el alma.
colocada la barra donde ofrecían las … susurró y, a continuación, se levantó.
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